México y Francia se unen en un taller sobre variabilidad de los océanos y cambio climático

Microfósiles marinos (Hannes Grobe, Alfred Wegener Institute for Polar and Marine Research, Bremerhaven, Alemania)

Este miércoles se inaugura el taller «Variabilidad y cambio climático. Océanos», organizado en el marco de colaboración entre la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) y la Casa Universitaria Franco Mexicana. El evento, que tendrá lugar hasta el jueves en el Hotel Radisson Paraíso de la Ciudad de México, reunirá a varios científicos mexicanos y franceses de primer nivel con el objetivo de explorar las posibilidades de una red de colaboración binacional sobre variabilidad y cambio climático en los océanos.

La coordinadora del taller, Ligia Pérez Cruz, investigadora del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y directora de la Coordinación de Plataformas Oceanográficas de la UNAM, apunta en esta entrevista los temas que tratarán en las mesas de trabajo y explica los aspectos más relevantes de esta iniciativa.

¿Dónde reside la importancia de este taller?

Reside en que podemos unir esfuerzos. Regularmente, en este y en otros países, los grupos de investigadores trabajamos por separado. Por ejemplo, tratamos de conseguir financiamiento para infraestructura o equipos que probablemente nuestro colega afuera lo tiene.

Otra de las cuestiones importantes es que en México, el grupo que se dedica a la variabilidad climática, es decir, a la reconstrucción del clima en el pasado, y a todo lo que supone el cambio climático en océanos, es muy pequeño. A pesar de la riqueza que tiene nuestro país, rodeado de mares, donde podemos obtener tantos registros naturales, los que trabajamos en esto no somos más de diez, dispersos por el país. En la Ciudad de México, somos tres, de la UNAM. De todos ellos, la mitad nos reuniremos en el taller. Que seamos un manojito tiene una razón de ser en buena parte económica: el costo del trabajo de campo es relativamente más barato cuando se estudia paleo-clima en un lago o en una cueva que en océanos, donde necesitas una plataforma con equipo de perforación para sacar los sedimentos marinos.

Resumiendo, creo que lo más importante es abrirles el panorama a los estudiantes, enseñándoles el trabajo que se está haciendo en México y a la vez la oportunidad de conocer las visiones que sobre estos temas tengan en Francia.

Por lo que usted cuenta, ¿los investigadores mexicanos dan la espalda a sus mares?

No exactamente. Hay investigación oceánica. La parte más fuerte son los estudios de oceanografía física, es decir, entender cómo son las corrientes, la circulación marina, etcétera, en concreto el grupo que trabaja en el CICESE [Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada]. Y hay otro grupo muy fuerte que estudia la biodiversidad marina, pero la parte de paleo-oceanografía, de registros climáticos marinos en sedimentos y corales, ha sido la menos atendida.

En el caso de México, las limitaciones son también las embarcaciones. Hace muchos años, cuando se empezó a estudiar el mar, se usaban barcos de la Marina, cañoneros que habían sido modificados para hacer este tipo de investigaciones. La oceanografía en nuestro país se desarrolla en realidad a partir de los sesenta o setenta. Hubo un impulso fuerte en los ochenta, relacionado con que la UNAM, Conacyt y Pemex compraron dos barcos para la investigación oceanográfica. Esos mismos buques, El Puma y Justo Sierra, siguen navegando más de treinta años después. La mayoría de expediciones que se han hecho en esos barcos tienden a hacer oceanografía en biodiversidad y oceanografía física. Y ahora se está mezclando con oceanografía química porque las interacciones en océanos entre todas las especialidades son muy fuertes. Ahora ya se hacen proyectos multidisciplinarios, pero es verdad que siempre ha habido este desequilibrio en la investigación.

Volviendo al título del taller, ¿cuál es la importancia de estudiar paleo-clima en los océanos a efectos del cambio climático?

Cuando se habla de clima, se habla de todo un sistema, muy complejo. De una forma muy simplificada, este sistema tiene cinco componentes: la litósfera (la Tierra, la parte continental), la criósfera (los hielos permanentes), la biósfera (todos los organismos vivos), la atmósfera (la capa de gases que recubre el planeta), y la hidrósfera (los océanos, lagos y aguas subterráneas). Debido a las corrientes marinas, los océanos distribuyen la energía que recibimos del Sol a todo el planeta. Además, todos los gases que llaman de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, son atrapado por los océanos. Así pues, la importancia del océano es el que regula la temperatura del planeta, es el principal termorregulador.

A través del estudio de los sedimentos marinos, podemos reconstruir las condiciones oceánicas y, claro, la relación que tienen con el cambio climático. En este taller se van a presentar reconstrucciones de los últimos 15,000-20,000 años, que corresponden a la transición entre un periodo frío, el Pleistoceno, a un periodo geológico cálido, que es el Holoceno, la época en que nosotros vivimos, que inició hace 11,500 años.       Dirán: ¿a mí qué me importa cómo fue el clima hace 11,000 o 12,000 años? Bueno, el sistema climático tiene ciclos, una variabilidad climática natural, pero a partir de la Revolución Industrial, el hombre jugó un papel muy importante. Desde entonces, está inyectando volúmenes de dióxido de carbono que están modificando la química de la atmósfera y están produciendo que haya más CO2 y por lo tanto lo que llaman calentamiento global.

El estudio de estos sedimentos nos proporciona la suma entre lo que puede pasar naturalmente y lo que está pasando por la actividad humana. En el taller se van a comparar también registros geológicos –sedimentos o corales– con registros instrumentales, para que el público sepa que las tendencias son muy similares. Es decir, que los registros naturales nos están dando información fidedigna. Con base en estos registros es que se hacen las modelaciones del clima. Estos indicadores del pasado son los que se utilizan para hacer predicciones, por ejemplo los escenarios planteados por Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático.

A través de este tipo de estudios también se puede evaluar en cuánto tiempo el sistema vuelve a sus condiciones normales después de un período hipertérmico, como el llamado máximo térmico del Paleoceno-Eoceno, que sucedió hace 55 millones de años.

¿Cuál es la mayor evidencia de ese cambio climático en los océanos?

Todas las alteraciones relacionadas con el fenómeno de El Niño, que se hace cada vez más intenso y más frecuente. Los más graves de estos eventos se dieron, el siglo pasado, en 1982-1983 y en 1997; los llamaron «Mega Niño». Pero al de 2015 ya le están llamando «El Niño Godzilla·, por la magnitud que tuvo en cambios en la circulación oceánica, en el calentamiento de las aguas, en la productividad, etcétera.

Sobre la influencia de la actividad humana en el cambio climático hay por fin un consenso científico. ¿Cree que el ciudadano de a pie es consciente?

Mi percepción es que la gente ya es consciente, mas no hacemos nada para pararlo. No estamos teniendo una contribución real porque significaría renunciar a una serie de comodidades. Y bueno, en México además hay extrema pobreza en algunas regiones, donde estos temas de conciencia ecológica les queda lejos porque su prioridad es subsistir en las mínimas condiciones.

¿Y a nivel gobierno? ¿Cuáles son los principales retos?

El principal escollo ha sido la falta de criterios. Hace falta visión. Pero para tener esa visión hace falta educación, para saber cuáles son las medidas a tomar y luego llevarlas a cabo. Es una cuestión de pensamiento a largo plazo.

En Estados Unidos, el presidente Donald Trump rechaza a la comunidad científica y ha hecho de México el blanco de una política antimigratoria. A la vez, el nuevo presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha dicho públicamente que su país está abierto a los científicos. Con este taller binacional, ¿se han tenido en cuenta estas cuestiones políticas?

Sí. No se proyectó pensando en eso, pero sí tenemos la mira en eso. Un aplauso para Francia, que está abriendo esta oportunidad a la comunidad científica para realizar proyectos de investigación. En este caso, tomaremos también esta oportunidad. Por cierto, el doctor Jean-Joinville Vacher fue uno de los principales entusiastas de esta iniciativa. Cuando se enteró de este proyecto se puso en contacto conmigo y ha sido uno de sus principales valedores. A partir de ahora, el esfuerzo no se puede quedar en «bueno, ya tuvimos un taller, ya sabemos que existimos en ambos países», sino que debe tener un aterrizaje en una colaboración real de proyectos conjuntos. Para mí sería una gran tristeza que esto solo se quedara en una buena intención. Si logro que un estudiante o dos vayan a Francia, que dos estudiantes vengan a México y que todo esto podamos concretarlo en al menos un proyecto, me voy a sentir muy satisfecha.

Yaiza Santos

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